
Cuando se levantó aquella mañana un poco gris, no sabía si hacía frío o calor afuera pero, en cambio, estaba muy segura de que las cosas, así como estaban, no iban más.
No por nada la secundaria tiene cinco años, el tequila se toma de una y las gotas en los ojos van cada cuatro horas: todo tiene el fin que el consumidor le quiere dar. Y, para ello, hay que seguir las reglas pautadas previamente.
Entonces, ella empezó (de nuevo) eso que nunca llegó a terminar pero muchas veces ya habia dejado. Con la seguridad de que ésta vez sería diferente y un propósito muy en claro, lo planeó, pensó y decidió durante esas largas horas escolares que jamás terminan, que dan rienda suelta a soñar con los ojos abiertos siempre y cuando simules estar mirando el pizarrón.
Aún así, ella sigue con la nube en la cabeza y, aunque pasaron algunos días de dicho evento, sigue sin poder sacarle el tema. Sí, ese. Ese que sigue, junto con aquél otro, jugando a la rayuela en su mente pero, todavía, no logra llegar al cielo.
Y mi mamá acaba de llegar de la reunión de padres asi que me voy a extraerle toda la información posible. Au revoir.